Un martes que parece un lunes. Un martes con estrés, cansancio y cierta depresión post vacacional. Un martes en el que no sucede nada especial pero te dan un regalo: esas infusiones que tanto te gustan pero yo que yo tanto detesto y me niego a probar.
Aunque el regalo, el verdadero regalo no son las infusiones. Ni la cajita. Qué va. El regalo es una mirada que te dice "tranquilo, yo estoy aquí".
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