La cuarta semana del año ha sido muy intensa. Mi suegra se quedaba sin lugar para apuntar todos los recados y cosas que debía recordar en el mueble de encima del fregadero. Me dio un ataque de risa al verlo. Sin duda esa imagen puede resumir muy bien nuestra semana: intensa a más no poder.
Dani ganó el reto de la báscula la primera quincena del mes y todavía teníamos pendiente llevar a cabo su momento especial. Y es que nos hemos propuesto bajar unos kilitos en paralelo y el que obtiene mejores resultados decide una actividad especial que en teoría no tiene que estar relacionada con comida. Dani estaba loco por hacer sushi mediterráneo y al final cedí. No soy tan dura como parece ;-)
Otro punto de intensidad y sorpresa me la ha dado la escuela de prácticas. La maestra tuvo que ir al médico y pidió a la dirección del centro que fuera yo la que me ocupara de dar las clases de la mañana con la ayuda del maestro de guardia. Casi me muero al ver al clásico profesor guapetón de ciclo superior para echarme una mano, pero al final me relajé y llevé a cabo las clases con un gran éxito... ¡estoy feliz! Y cuando los peques se fueron al patio solo me quedó hacer esta foto:
El viernes cayó casi como una losa. La semana pasa rapidísimo. Después de caer en el sofá en un estado casi comatoso, llegó mi hermana con su inseparable Coral. Iban vestidas igual. La adolescencia es una etapa memorable. Y de vuelta la intensidad de risas, cachondeo y confidencias nocturnas a las tantas de la madrugada.
Y mientras ellas seguían con sus cosas en pijama yo me vestía a una velocidad de vértigo. Dani y yo fuimos a una charla para poder impartir el curso Alpha. Fue muy intenso y nos ayudó para conocer una nueva forma de hacer las cosas. Fue intenso. Conocimos gente muy interesante y nos hizo pensar.
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